Más allá de nuestra labor formativa, los miembros de TEP participan activamente en la extinción, análisis y prevención de incendios forestales. Esto nos permite implementar nuevas herramientas, analizar casos prácticos y tener experiencias con distintos cuerpos de extinción que presentan visiones enriquecedoras y, todo ello, supone un aprendizaje continuo de todo el equipo que más tarde se verá reflejado en los programas formativos.
Hoy queremos hablaros de nuestra investigadora y analista Mercedes Bachfischer. La campaña forestal en Chile no ha sido nada fácil, con una alta simultaneidad de incendios sumada a la importante ola de calor que se ha vivido en Latinoamérica en general.
Gracias al uso de la tecnología ha asistido de forma remota al equipo técnico de España desplazado en Chile en su misión de cooperación internacional. En un primer momento, en episodios con multitud de incendios es urgente ubicar y mapear todos los incendios para establecer potenciales y prioridades. Teniendo esto realizado, el trabajo se centró en intentar recrear las isócronas de cada uno, los perímetros temporales de avance, así como identificar las partes todavía activas del perímetro. Todo ello, nos ofrece mucha información respecto de lo que quiere y puede hacer el incendio. Gracias a este trabajo en remoto, el equipo de analistas in situ puede determinar zonas que requieran una especial atención, delimitar los potenciales y establecer prioridades en función de las características de cada zona e incendio.
Cuando hablamos de incendios repartidos a lo largo de más de 400 kilómetros, las imágenes satelitales ofrecen una visión prácticamente imposible de conseguir dentro del propio incendio o moviéndonos con vehículos terrestres por la zona. De este modo, una visión externa aporta seguridad y certidumbre al operativo, teniendo una información muy valiosa tratada y procesada. En este punto, cabe destacar la labor del equipo en remoto que discierne aquella información útil del ruido, ofreciendo datos procesados y de gran valor que pueden ser utilizados en reuniones, briefings, así como para tomar decisiones en el propio incendio.
En eventos como este, los dispositivos deben mantener la visión estratégica por encima de todo. Concretamente en Chile, se trabajó dividiendo el episodio en cuatro complejos de incendios, donde se trabajó para limitarlos a estos grandes ejes de contención, con la prioridad de reducir el impacto en las múltiples zonas urbanizadas alrededor de todos los frentes de fuego que crecían y que todavía podían crecer más.
Los incendios se vieron afectados en gran parte por el viento puelche seco, el efecto Foehn provocado al descender la cordillera de los Andes. Estas zonas a sotavento fueron castigadas por unas altas velocidades de viento con muy poco contenido de humedad que empujaban a los incendios a recorrer grandes distancias, llegando a consumir 7.000 ha/h y realizando carreras de 27 km como fue el caso del incendio de Angol, la noche del 3 de febrero, que llegó a juntarse con el incendio de Santa Ana. Todo ello, asociado a procesos de piroconvección que, si bien se conocen sus procesos, muchas veces presentan situaciones de incertidumbre e inseguridad para el operativo presente.
La situación a nivel global está cambiando y Latinoamérica tiene un papel protagonista en cuanto a los grandes incendios forestales. En los últimos años ha tenido incendios importantes como el de Las Máquinas y Agua Fría, en Chile, en 2017 y 2020; La Pampa, Las Golondrinas, Corrientes y Lago Martin, en Argentina, en 2018, 2021 y los últimos dos en 2022; los de Roboré, en Bolivia, en 2019 y 2021. Viendo estos antecedentes y el futuro que se nos presenta, se hace prácticamente imposible afrontar estos eventos con metodologías tradicionales, que, si bien pueden valor para incendios individuales, llevan al colapso en complejos de incendios. La solución pasa por gestionar el territorio, concienciar a la sociedad e incorporar metodologías proactivas a los sistemas de extinción, priorizando y definiendo escenarios de resolución de la emergencia.